Nos preocupamos demasiado por las cosas que suceden a nuestro alrededor hasta el punto de que nos mosqueamos por querer controlarlo todo y que las cosas no salgan como uno espera.
El problema es que esas manías se conviertan en obsesiones y nos impiden disfrutar de ciertos aspectos de nuestra vida.
Situaciones como controlar al vecino que vive justo encima cuando pone todos los días a la misma hora el mismo CD de música o comprobar millones de veces al salir del coche si está bien cerrado, son hábitos que repetimos con frecuencia y que a veces se transforman en obsesiones que al final pueden hacernos dudar de todo y limitar nuestras actividades diarias.
Y, ¿crees que hay alguna razón por la que potenciamos ese deseo de control? La crisis es la responsable de esto. Vivimos en una inestabilidad constante y el miedo se apodera de nosotros ante esta situación de incertidumbre.
Hay quienes se obsesionan por sacar buenas notas porque tienen miedo a no estar preparados para el futuro o existen padres que exigen demasiado a sus hijos porque quieren que en unos años tengan un buen puesto de trabajo.
Un buen ejemplo de esta idea se trata en la película Hombre, Mujeres y Niños, donde la obsesión de una madre controladora termina espiando las redes sociales de su hija y convirtiéndose en la dueña de su vida.
Otro film, este un poco más intenso por ser un thriller de psicópatas, en el que cabe destacar la figura del actor principal (Robin Williams), es Retratos de una Obsesión, donde un hombre depresivo que vive solo y no tiene amigos ni familia se obsesiona con la vida de una familia que revela fotos donde él trabaja. Se obsesiona hasta tal punto que hará lo que sea para mantenerla como a él le gusta.
Por tanto, el miedo si no se controla, puede ser un arma de doble filo. Obsesionarse con algo y darle vueltas constantemente en la cabeza, agota muchísimo.
En cambio, tener un control sin llegar a ser obsesivo es algo bueno porque nos limita de actividades o conductas que son dañinas. Por ejemplo, si quiero dejar de fumar, tendré más posibilidades de conseguirlo cuando inicie nuevos hábitos y controle mis impulsos.
Si las cosas no salen como uno desea, surge ese miedo a qué pasará y a querer controlarlo todo, pero todo no se puede controlar.
Cómo dejar de ser una persona controladora
- Perder el miedo al fracaso
La falta de seguridad en uno mismo nos lleva a realizar actividades repetitivas para hacernos sentir más seguros. Pero al centrarnos exclusivamente en estas, nos perderemos otras nuevas.
Una de las cosas que caracteriza a una persona controladora es el hecho de que diga a cada persona con la que se relaciona todo lo que tiene que hacer y cómo hacerlo. De esta forma la persona controladora siente que cae bien y que los demás quieren seguir permaneciendo a su lado porque le necesitan.
- Aceptar lo que está fuera de nuestro control y centrarnos en lo que sí podemos influir
Todos tenemos una serie de preocupaciones que rondan por nuestra mente, pero no podemos controlar todas.
Separa las que puedes tener bajo control y las que no. Las que puedes controlar están relacionadas con tu opinión, comportamientos o juicios, mientras que las otras tienen que ver con lo que piensan y hacen los demás, o con la naturaleza (huracán, terremoto, meteorología).
Por tanto, una buena práctica sería aceptar lo que está fuera de nuestro control y poner nuestra mirada y esfuerzo en aquello que sí podemos influir y cambiar. Lo demás debemos obviarlo porque por mucho que queramos, no vamos a poder cambiar nada.
- Analizar en qué momento aparece el miedo o ansiedad
Analiza en qué momento aparece el sentimiento de ansiedad, estrés o miedo y pregúntate por qué apareció y qué hubieras hecho si no hubiera aparecido.
- Aprender a gestionar los pensamientos negativos
No se trata de obviar nuestros pensamientos negativos y esconderlos, sino de aprender a manejarlos, intentar aprender de los errores y sacar de lo malo alguna oportunidad y nuevas alternativas.
- Delegar
Aprende a delegar tareas en otras personas. Querer hacerlo tú todo y convertirte en un jefe mandón y estresado al que ninguno de sus empleados le gusta ver por la oficina, no es recomendable para crear un buen clima de trabajo. Confía en tu equipo y deja todo fluir.
- Ser más flexible
Si quieres dejar de ser controlador, olvídate de planear tu día desde que te levantas hasta que te acuestas.
Sé flexible en tu horario y si surgen imprevistos personales, por qué no cedes y aplazas esa tarea pendiente para mañana a primera hora. Quizás esos cambios de última hora como puede ser acompañar a tu madre al médico, quedarte con tus sobrinos o quedar con un amigo que te necesita no te van a suponer un gran impacto y te van a hacer sentir mejor.
Descripción del autor: Edith Gómez es editora en Gananci, apasionada del marketing digital, especializada en comunicación online. Se niega a irse a la cama cada noche sin haber aprendido algo nuevo. Le inquietan las ideas de negocio y, más aún, aportar una mirada creativa al pequeño mundo en el que vivimos.